Llegaste, pues, a mi ciudad, la que apodo monstruo, Ciudad Monstruo, así con todas sus letras, no por desprecio ni por temor, tampoco por resentimiento. La llamo de esa forma porque en ella caben los ilusionistas ilusionados, los profetas sacados de aquellos sacos blancos llenos de tanta noche, las mujeres repletas de dignidad y la infancia sin risas o con ellas, pero huecas y corrompidas por quienes presumen adultez, acaso donde cuatro letras son el detonante del caos o donde…
“Yo soy como soy y tú eres como eres,
construyamos un mundo donde yo pueda ser sin dejar de ser yo, donde tú
puedas ser sin dejar de ser tú, y donde ni yo ni tú obliguemos al otro a
ser como yo o como tú”.
Sí, ese es el monstruo contenido en las entrañas del generador de historias o de miserias, según el caos.
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